2. SALA “A”: La salina artesanal
Una salina artesanal modela la marisma para crear un “circuito” del agua del mar en el que, a la vez que aumenta la salinidad y se reduce la profundidad, se favorece la máxima evaporación por la acción del sol y de los vientos, especialmente el Levante.
Construidas para aprovechar intensamente el espacio, están situadas siempre junto a un caño que alimenta de agua la salina. La vuelta de afuera es el muro de fango, estacas y piedra ostionera que separa la salina del caño y a través del cual el agua del mar penetra por las compuertas de marea hacia el estero.
A partir de aquí, la salina artesanal se divide en zonas de evaporación y de cristalización. La primera está compuesta del lucio, las retenidas y las vueltas de periquillo, que van aumentando la salinidad del agua en un laberinto de canales estrechos, cada vez menos profundos y con muchas orillas que favorecen la evaporación. Unos y otros se comunican a través de largaderos.
La tajería son los estanques últimos donde tiene lugar la cristalización de la sal. Siempre están orientadas este-oeste, para que la acción de los vientos sea benéfica. Suelen dividirse en pequeños tajos de 7x6 metros aproximadamente. Cada uno suele producir entre 12 y 14 toneladas al año en cuatro cosechas, que se acumula en el salero, o montón de sal.
Esta progresiva falta de profundidad es decisiva en las aves que pueden verse en una salina: el cormorán y la avoceta prefieren el estero, el flamenco los evaporadores, al igual que la cigüeñuela y la aguja colinegra.